Sobre la la vivienda y taller de Michel-Robirosa diseñada por Clorindo Testa.
La Casa Michel-Robirosa, construida en 1967 en Lomas de San Isidro, Buenos Aires, fue diseñada por Clorindo Testa con la colaboración del arquitecto Raúl Marconi y posee dos talleres, dos salas de estar, tres dormitorios, dos baños, cocina y comedor. El terreno cubierto es de 400 metros cuadrados, sobre una superficie total de 5 mil metros cuadrados. Esta residencia es un claro ejemplo del estilo implementado en el país por Testa, con la influencia de grandes figuras como Le Corbusier.
Lo primero que se destaca de esta vivienda es la singular forma de techos curvos, los detalles de estilo pero también la distribución espacial que permitía a ambos artistas tener un espacio de trabajo: La casa es tan amplia que –según mutua confesión- Josefina y Michel suelen encontrarse de casualidad en alguno de sus laberintos.
Josefina Robirosa: Nos mudamos con Michel a las Lomas de San Isidro, pero resulta que cinco mil metros del lado croto costaban igual que 300 del lado paquete. Por supuesto que nos mudamos del croto.
Tuvimos que sacar los cardos para hacer la casa, y si yo vendía un cuadro decíamos “bueno, una fila de ladrillos...". Fue la casa donde vivimos con Michel, y mis hijos.
Clorindo Testa, que me conocía de chica, me hizo el plano, porque yo lo había pedido a otros arquitectos sabiendo que Clorindo no me lo iba a querer cobrar.
Lo recuerdo como si fuera hoy, era un miércoles de 1967 cuando lo fui a ver para encargarle el proyecto. Me explicó que el viernes a primera hora partía para la India y me citó para esa misma tarde en el Florida Garden. Le llevé un plano con mis necesidades, lo miró detenidamente un rato, luego se lo metió en el bolsillo y dijo serio: "Josefina, mañana a esta misma hora nos encontramos aquí, en el Florida". Y así fue, al día siguiente me trajo el plano de La Celeste. ¡Clorindo era increíble!
Bocetos y planta de la vivienda Michel-Robirosa (Archivo Clorindo Testa)
Clorindo Testa: El living "grande", los dormitorios y los baños tienen dos paredes rectas y las otras dos se curvan hacia adentro.
Por otra parte, el living chico, las circulaciones, y el hall de entrada son bajos y junto con los tajos funcionan como vinculadores de los elementos sueltos. Estos sobresalen en la azotea y forman una especie de paisaje sólido.
Clorindo Testa: En realidad todas estas cosas no están pegadas sino que están separadas entre sí por tajos, que a veces son accesos. Y otras veces no.
La casa llamaba la atención de los vecinos y también de la prensa, si bien funcionaba como una vivienda particular, su singular arquitectura convocó a periodistas y artistas. “A la gente podría parecerle una cosa divertida porque la había hecho Clorindo. Pero yo, en plena etapa de fobia, me he pasado ocho años sin salir de La Celeste”, señaló Robirosa. Hasta hubo, en un tiempo, un cartel en el portón que decía “Cerrado por vacaciones”. ¿Por qué? Porque evidentemente esa mole parecida a una pirámide trunca de color lavanda provocaba una gran curiosidad. Una avalancha “turística” todos los fines de semana.
Clorindo Testa: Los comitentes casi siempre traían alguna sorpresa. Un a puerta de hierro forjado, 18 ventanas de color azul (obra de Rogelio Polesello), ventanas, columnitas de hierro o columnitas de mármol como las del ángulo de la casa.
Josefina Robirosa: Los arquitectos que realizaron el proyecto se creen que porque sos artista sos loco, le agregaron cosas raras como un tobogán que salía del cuarto de los chicos en la planta alta y aterrizaba en medio del jardín.
A la par, la casa también funcionaba como punto de encuentro de artistas y escenario de numerosas tertulias.
Josefina Robirosa: Era habitual que vinieran Oscar Araiz, Rómulo Macció, Jorge de la Vega, Roberto Aizemberg, Marilú Marini... Recuerdo un día, al anochecer, cuando Marilú cayó con todo el elenco de Hair, la famosa ópera hippie, emblema de los años 60, que ella producía.
Durante esos años de La Celeste, la casa de San Isidro, las obras de Robirosa pasaron por momentos emparentados con el arte óptico, algo de abstracción muy personal, dibujos de lápiz sobre papel, y unos cuantos perros que ella y Michel veían jugar por un parque inmenso.
Jorge Michel: Me levanto a las siete, y de ahí en más mi trabajo es la totalidad de la escultura, mi casa, mi jardín. Cuando no trabajo sigo dedicándome a las plantas, hablo con Josefina. Hago almácigos de arbustos. Tengo la absoluta seguridad de que las plantas son seres vivos, cosa que los seres humanos se olvidan frecuentemente. ¡Yo tengo un “lazareto” de plantas! Las traigo de viviendas vecinas y logro hacerlas revivir.
Este artículo pudo ser escrito gracias a la investigación "Clorindia Doméstica" coordinada por la cátedra Lombardi de la Facultad De Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires.
Fuentes: - Página/12 – “Mirar para no ver” (Entrevista Soledad Vallejos)
- LA NACION - Josefina Robirosa: "De chica tuve un vecino inevitable, el frío". 24 de octubre de 2004 - “Casa Michel-Robirosa, Lomas de San Isidro”. Summa n°183/184, enero-febrero 1983. p.69. - “Casa Michel-Robirosa, Lomas de San Isidro”. Summa n°42, octubre 1971 - Glusberg, Jorge. Clorindo Testa, pintor y arquitecto. Buenos Aires. Ediciones Summa/Biblioteca UIA. Buenos Aires. 1983.
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